Apuntes, 25 de octubre de 2012

Creo que tendemos a sobrevalorar la esperanza como virtud. Muchas veces nos convendría despojarnos de ella, andar por la vida sin tenerla en cuenta. Creo que a menudo haríamos bien en enfrentarnos a las cosas sin especular tanto con lo que pueda ocurrir, salir a pecho descubierto sin pensar en lo que podemos perder. Sí, porque entonces, ya sin esperanza, lo que quedaría de cada uno de nosotros sería todavía mucho, sería una especie de muchacho valiente e insensato dispuesto a morir con dignidad en cada ocasión.

En Archipiélago Gulag, Solzhenitsyn describe la sumisión excesiva de los presos en las cárceles soviéticas y exclama: «!Esperanza! ¿Nos haces más fuertes, o acaso más débiles?»

En el programa de radio Así suenan los libros

Apuntes, 11 de octubre de 2012

Es una suerte que al final siempre vuelva la rutina de las semanas iguales, pues son el lugar idóneo para observar lo que ocurre. Cuanto menos cambie el perfil del día, esa torpe sucesión de acontecimientos, más claro será el horizonte de lo extraño, de lo que vale la pena contemplar. Y en lo que se refiere a nosotros, haremos bien en quedarnos a un lado cuando suceda, quietos y en silencio como niños ante algo que resplandece.

En El libro del desasosiego, Pessoa escribe: «puedo imaginarlo todo, porque no soy nada».

En el programa de radio Así suenan los libros

Microrrelato

Tú y yo justo antes

 

        Ese año estábamos tan ilusionados con la fiesta que, en vez de meternos en ella, decidimos contemplarla. En lugar de entrar en la ciudad, nos quedábamos cada tarde en una de las colinas de los alrededores y desde allí observábamos todo. Veíamos a la gente en las aceras, los puestos de comida y las bandas de música que recorrían las calles alegremente. Hasta nosotros llegaba el fragor de las voces y la melodía de los instrumentos, el bullicio de tantas personas festejando juntas. Había momentos en que no aguantábamos sentados y teníamos que levantarnos para dominar la emoción. Sentíamos el deseo de mezclarnos con los demás, de beber o bailar con ellos, era un impulso casi irresistible. Y lo mejor era pensar en el día siguiente, saber que volveríamos a encontrarnos los dos allí arriba, en ese sitio que está cerca de las cosas pero donde todavía no ocurren.

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