Apuntes, 30 de agosto de 2012

Nuestra identidad es mucho más precaria de lo que creemos. Hay temporadas en que nos vemos obligados a renovarla cada día, a construirla otra vez sin instrucciones. Son ocasiones en que fracasa de golpe nuestra forma de ver las cosas, se desploma como un valor en bolsa nuestra manera de actuar. Entonces no nos sirve de nada haber sido un tipo de persona concreta durante mucho tiempo, habernos caracterizado por unos u otros rasgos. Entonces no nos queda más remedio que salir a la calle y volver a intentar ser alguien desde el principio.

En Vernehmungsprotokolle, el libro donde reproduce los interrogatorios de la Stasi a los que fue sometido en una cárcel de Berlín Este, Jürgen Fuchs recuerda cómo en cada sesión el agente fingía no conocerle, haberse olvidado de él completamente, y volvía a preguntar por su nombre como en una presentación que no terminara nunca.

Apuntes, 17 de agosto de 2012

Hay un intento de no envejecer tan deprisa, un placer especial cada vez que nos olvidamos la mitad de las cosas al volver de un viaje o llegamos tarde a una comida familiar. Creo que hacemos bien no convirtiéndonos del todo en ciudadanos modélicos, siendo aún un poco desastres, regresando perplejos de los recados a los que nos envían. En Las correcciones, de Jonathan Franzen, Chip, un muchacho de cuarenta años, observa a un padre con su hijo en el supermercado y se pregunta cómo será eso de ser necesitado en lugar de necesitar a otros todo el rato.

Apuntes, 12 de agosto de 2012

En Los hijos de los días, de Eduardo Galeano, hay una ausencia saludable del Yo. El lector se espera un diario personal lleno de anotaciones cotidianas, pero el autor le sorprende con un calendario universal hecho a base de hitos históricos y hazañas de personajes de toda clase. Y lo interesante es que, a través de ese testimonio diario, de esa remisión a las proezas y a las batallas libradas por otros, Galeano se retrata de algún modo a sí mismo. Cada día de su libro es una evocación merecida de cosas que han sucedido en otros tiempos, en otras culturas, en otros lugares, de luchas y acontecimientos que empezaron siendo pequeños y que luego se han vuelto importantes. Galeano nos los trae por escrito y así nos recuerda que todo eso tiene que ver con él y con nosotros, que no seríamos nada sin lo que fue ni lo que vendrá.

Apuntes, 5 de agosto de 2012

En busca de Klingsor, de Jorge Volpi, es un buen ejemplo de cómo el mundo de la ciencia puede constituir una fuente rica en argumentos literarios. El autor mexicano nos presenta a un grupo de físicos y matemáticos que investigan la fisión atómica en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Pero la ventaja de la literatura es que no tiene por qué profundizar en materias que desconoce, le basta con moverse en el terreno de la intuición, como hacía Dalí en sus conferencias de Astronomía en el castillo de Púbol. Sí, le interesa agarrarse a la vertiente poética de lo científico y explotarla para sus propios fines, mencionar, por ejemplo, el concepto de infinito de Georg Cantor y emocionar al lector sin necesidad de explicarle nada.

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