Apuntes, 27 de febrero de 2014

Tenemos que estar a la altura de nuestra imaginación, de lo que imaginamos. No podemos correr el riesgo ni permitirnos el lujo de que, cuando por fin se haga realidad lo inventado por nosotros, cuando por fin se cumplan nuestros deseos, no estemos preparados.
Sí, debemos evitar que el asunto nos pille desprevenidos, sin la técnica o los conocimientos necesarios para explicarlo, como inquilinos sorprendidos en pijama durante una reparación.

En Canadá, la novela de Richard Ford, Beverly y su mujer Neeva atracan un banco en Dakota del Norte, pero pocos días después ya no recuerdan para qué querían el dinero.

Conferencia en el Auditorio de Civicán, Pamplona, 18 de febrero

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Carta de San Valentín

Querida Elisa:

Desde que tenemos la chimenea abierta, sin esas puertas de hierro que hacían tanto ruido, pasas mucho más tiempo delante de ella. Te sientas en el balancín del salón con la luz apagada y miras todo el rato hacia las llamas. Al fondo suena tu música preferida, y casi siempre sube uno de los gatos a tu regazo porque les gusta el resplandor tanto como a ti.
Empiezo a sentir celos del fuego, Elisa. Ahora sólo tienes ojos para él. Aunque yo también esté en esa misma habitación, noto que no puedes apartar la mirada, que te olvidas completamente de mí. A veces me muevo unos segundos para que recuerdes que sigo sentado a unos metros de tu butaca. Giro la cabeza hacia la ventana o me levanto del sofá para que veas mi sombra en la pared, pero ni siquiera entonces consigo que me hagas caso.
Elisa, ¿qué ves detrás de los troncos? Me gustaría encontrar lo mismo que tú. Hay tardes en que te lo pregunto, en que estoy deseando enterarme, pero enseguida me pides que me calle. Intento concentrarme todo lo posible, distinguir algo más allá de las brasas, pero al final acabo distrayéndome y pensando en mis cosas. Y luego, cuando volvemos a hablar mientras cenamos, te ríes y me dices que no entiendo nada.
¿Qué ocurre al otro lado, Elisa? Yo también quiero estar allí. Ha habido noches, después de haber bebido juntos, en que has estado a punto de contármelo. Sí, empezabas a describir un lugar o a alguien que conociste en algún sitio, y yo te escuchaba con atención. Quizá insistía demasiado, porque llegaba un momento en que te quedabas en silencio y ya no había forma de saber.
¡Déjame ir contigo, Elisa! Te prometo que pondré el sillón al lado del tuyo sin hacer ruido y que miraré sólo hacia delante. Te prometo que no moveré el cuerpo ni un milímetro, que estaré tan quieto como tú. Escogeremos una llama pequeña, una de esas lenguas de fuego que no crecen mucho en altura pero que tardan horas en extinguirse. Arderemos a la vez en un trozo de árbol, en un resto del bosque, y seremos la misma ceniza para siempre.

Anuncio de la conferencia El artificio del Yo, Civicán, 18 de febrero

Relato en la revista virtual La Casa de los Malfenti

En Navarra Televisión, promocionando El hombre selvático

Reseña de El hombre selvático en el Diario de Noticias de Navarra, 5 de febrero

Acto de presentación de El hombre selvático en el Diario de Navarra, 4 de febrero

Anuncio de la presentación del E-Book, El hombre selvático

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